domingo, 1 de septiembre de 2013



La fundación del monasterio del Glorioso San José del Carmen en la ciudad de Sevilla, en el año de 1575 (3).

 

“Por prisa que nos dimos –resume la Santa- llegamos a Sevilla el jueves antes de la Santísima Trinidad, habiendo pasado grandísimo calor en el camino, aunque no se caminaba las siestas, yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol en los carros, que era entrar en ellos como en un Purgatorio. Unas veces con pensar en el infierno, otras pareciendo se hacía algo…por Dios, iban aquellas hermanas con gran contento y alegría”.

Sevilla era, por aquel tiempo, la ciudad más populosa de España. Con sus 30.000 vecinos, su incontable población flotante, y por ser puerto obligado para las Indias. Sevilla es meta y meca de notables mercaderes, soldados, clérigos y misioneros. En esta Sevilla entran los cuatro carros de la Madre Teresa por la Puerta Real, la mañana del jueves, 26 de mayo, de 1575.

“ Nadie pudiera juzgar – dice la Santa- que en una ciudad tan caudalosa como Sevilla y de gente tan rica había de haber menos aparejo de fundar que en todas las partes que había estado. Húbole tan menos, que pensé algunas veces que no nos estaba bien tener monasterio en aquel lugar. No sé si el mismo clima de la tierra, que he oído siempre decir los demonios tienen más mano allí para tentar, que se la debe dar Dios, y en esto me apretaron a mí, que nunca me vi más pusilánime y cobarde en mi vida que allí me hallé. Yo, cierto, a mí misma no me conocía. Bien que la confianza que suelo tener en nuestro Señor no se me quitaba; mas el natural estaba tan diferente del que yo suelo tener después que ando en estas cosas, que entendía apartaba en parte el Señor su mano para que él se quedase en su ser y viese yo que, si había tenido ánimo, no era mío”.

“ Pues habiendo estado allí desde este tiempo que digo  hasta poco antes de cuaresma, que ni había memoria de comprar casa ni con qué, ni tampoco quien nos fiase como en otras partes”.

Alquilan una casa en la calle de Armas, que les parece muy pequeña y húmeda. El Arzobispo que estaba deseando ver a  M. Teresa de Jesús, no era partidario de que fundase sin renta.

Cuando todo les era contrario, la Madre vió el cielo abierto. Llego a Sevilla su hermano, que llevaba más de treinta años en las Indias.La escuchamos:

“ Fue Dios servido que viniese entonces de las Indias un hermano mío que había más de treinta y cuatro años que estaba allá, llamado Lorenzo de Cepeda , que aun tomaba peor que yo en que las monjas quedasen sin casa propia. El nos ayudó mucho, en especial en procurar que se tomase en la que ahora están. Ya yo entonces ponía mucho con nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarlas casa y hacía a las hermanas se lo pidiesen y al glorioso San José, y hacíamos muchas procesiones y oración a nuestra Señora. Y con esto, y con ver a mi hermano determinado a ayudarnos, comencé a tratar de comprar algunas casas. Ya que parecía se iba a concertar, todo se deshacía”.Hasta que por fin la encontraron a su gusto.

El problema de la Misa diaria se la solución un clérigo, que se ofreció generosamente.El mismo que entre y él y D. Lorenzo encontraron por fin una casa en propiedad para convento Así lo refiere la Fundadora: “ Mucha parte fue un siervo de Dios, que casi desde luego que fuimos allí, como supo que no teníamos misa, cada día nos la iba a decir, con tener harto lejos su casa y hacer grandísimos soles. Llámase Garciálvarez, persona muy de bien y tenida en la ciudad por sus buenas obras, que siempre no entiende en otra cosa; y a tener él mucho, no nos faltara nada. El, como sabía bien la casa, parecíale gran desatino dar tanto por ella, y así cada día nos lo decía, y procuró no se hablase en ella más; y fueron él y mi hermano a ver en la que ahora están. Vinieron tan aficionados, y con razón, y nuestro Señor que lo quería, que en dos o tres días se hicieron las escrituras y nos pasásemos a ella”

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