martes, 20 de agosto de 2013









Fundación del glorioso San José del Salvador, en el lugar de Beas, año de 1575, día de Santo Matía (3).

 

El día 15 oyeron Misa en una ermita. Para afrontar un camino tan abrupto como la sierra de Despeñaperros  y Sierra Morena, contrataron unos espoliques, que los habían de dirigir por trochas y senderos intransitables.Ese día los carreteros perdieron el camino y no sabían por dónde continuar.Las monjas se pusieron a rezar. De repente oyeron unas voces indicándoles que frenaran los carros, y los retrasaran porque estaban en peligro de precipitarse por unas torrenteras hasta el barranco.

Al fin, el miércoles de ceniza llegaron a Beas. Todo el pueblo salió a recibirlas. La primera visita fue a la Iglesia Parroquial. Doña Catalina las llevó a su casa, donde improvisaron un convento provisional. El definitivo lo construyeron en casa de la Vicaría, contigua a la iglesia Parroquial.

¿Y qué pasó de la autorización de la Orden de Santiago, sin la cual no podían fundar un convento en Beas?La buena de doña Catalina había hecho muchas gestiones inútilmente. Pero un día, alquiló un coche y se presentó en Madrid. Acudió al Palacio Real e hizo llegar al mismísimo rey su petición. Alegó que se trataba de fundar un conventonde Carmelitas Descalzas de la Madre Teresa. El Rey dio la autorización.

“Había en esta villa, escribe M.Teresa, un caballero que se llamaba Sancho Rodríguez de Sandoval, de noble linaje, con hartos bienes temporales. Fue casado con una señora llamada doña Catalina Godínez. Entre otros hijos que nuestro Señor les dio, fueron dos hijas, que son las que han fundado el dicho monasterio, llamadas la mayor Doña Catalina Godínez, y la menor Doña María de Sandoval. Habría la mayor catorce años cuando nuestro Señor la llamó para sí. Hasta esta edad estaba muy fuera de dejar el mundo; antes tenía una estima de sí de manera, que le parecía todo era poco lo que su padre pretendía en casamientos que la traían”.

Y  como ocurre con frecuencia, la Santa irrumpe en alabanza y gratitud a Dios;” . Seáis Vos bendito, mi Dios, por siempre jamás, que en un momento deshacéis un alma y la tornáis a hacer. ¿Qué es esto, Señor? Querría yo preguntar aquí lo que los Apóstoles cuando sanasteis el ciego os preguntaron, diciendo si lo habían pecado sus padres. Yo digo que quién había merecido tan soberana merced. Ella no, porque ya está dicho de los pensamientos que la sacasteis cuando se la hicisteis. ¡Oh, grandes son vuestros juicios, Señor! "

Vos sabéis lo que hacéis, y yo no sé lo que me digo, pues son incomprensibles vuestras obras y juicios. Seáis por siempre glorificado, que tenéis poder para más. ¿Qué fuera de mí, si esto no fuera?

 

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