jueves, 13 de junio de 2013


 
 
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO XI C

  El Evangelio de este domingo comienza con un episodio muy hermoso, pero lleno de significado. El Señor va a casa de un fariseo. Y estando allí sentado a la mesa, llega una mujer, pecadora pública, se postra de rodillas ante los pies de Jesús, y llorando, se pone a regarle los pies con sus lágrimas, mientras insistentemente le pide perdón por sus pecados. Jesús le dijo: “Tus pecados están  perdonados.-.Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.- Y lo que hizo entonces, lo ha seguido haciendo en todos los siglos. Nos escucha, nos consuela con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrias.
 
 Nos levanta con su mano a través de los sacramentos, nos cura de nuestras pasiones y de nuestros pecados mediante la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de pie delante de Dios y de los hombres. Y precisamente esto mismo puede acontecernos en la Misa de cada domingo, si acudimos con fe, y pedimos de corazón perdón al Señor: el Señor se encuentra con nosotros, nos escucha,nos toma de la mano, nos levanta y nos perdona siempre de nuevo con el don de su palabra y con el don de sí mismo en la Eucaristía.

Ante la sorpresa de los que allí estaban viendo aquella escena insólita, les dice :” “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor,pero al que poco se le perdona, poco ama”.- El amor de Dios a los hombres y el amor de los hombres a Dios: ahí está la clave y el centro de todas las actividades de Jesús; vemos cómo su predicación, las curaciones, los milagros y ,por último, la Pasión salen de este centro, de su corazón, de su amor. Y aquella pecadora obtuvo el perdón, la paz, su transformación interior, porque demostró su amor a Jesucristo, el Hijo de Dios, como su salvador. Y así este evangelio nos enseña el centro de la fe y de nuestra vida, es decir la primacía del amor de Dios.

   Sigue diciendo el evangelio: “Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios”. Para eso vino al mundo; para anunciar a Dios y expulsar los demonios, las fuerzas del mal, los pecados. Jesús no vino para traer las comodidades de la vida, sino para traer la condición fundamental de nuestra dignidad, para traernos el anuncio de Dios, la presencia de Dios, y de esa forma vencer las fuerzas del mal. Con gran claridad nos indica esta prioridad de Dios: ha venido para reconciliarnos con Dios. Dios es nuestro creador, Dios nos ha dado la vida, nuestra dignidad :a él sobre todo, debemos dirigirnos. Donde no se respeta a Dios, tampoco se respeta al hombre, ni a la naturaleza. Sólo si descubrimos el esplendor de Dios reflejado en el rostro del hombre, el hombre, imagen de Dios, está protegido con su dignidad, que luego nadie puede violar.

   Que podamos decir al Señor cuando rezamos el Padre nuestro, de todo corazón y de verdad:” Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.- Yo quiero, Señor, aguantar a los demás como tú me aguantas a mí...; yo quiero soportar a los demás como tú me soportas a mí”.. Tener misericordia con todos, peroen especial con el prójimo que sufre, con el que nos ha ofendido. El perdón es una actitud típicamente cristiana. Lo propio del cristiano es saber dominarse, saber perdonar, saber esperar. Imitando a Jesucristo.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario