sábado, 4 de mayo de 2013







FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ EN MEDINA (1)

 

Cuando Madre Teresa de Jesús llevaba cinco años viviendo en su nuevo convento de san José de Ávila, la visitó el Padre General de la Orden del Carmen. Y quedó tan impresionado por el nuevo estilo de vida conventual que en él se observaba, que le pidió a la Priora que no se conformase con haber fundado uno sino que  hiciese tantos como sus fuerzas y el Espíritu la inspirasen.

Y  se lo tomó tan en serio, que enseguida pensó comenzar por Medina del Campo, la gran ciudad de las ferias en ambas Castillas.. En esta ciudad había un convento de Carmelitas calzados, que tenían por prior al P. Antonio de Heredia y otro de Jesuitas donde residía Baltasar Álvarez, ambos muy conocidos de la Fundadora, y podían ayudarla

 Ambos se ofrecieron para todo lo que necesitase. Le dijeron a la Santa” que harían lo que pudiesen en el caso, y así hicieron mucho para recaudar la licencia de los del pueblo y del Prelado, que por ser monasterio de pobreza, se tardó algunos días en negociar”   .

Don Álvaro de Mendoza se resistía a darle el permiso reglamentario, por temor a perder a su mejor carmelita. La Madre, convencida de que era voluntad de Dios, así se lo hizo entender al Obispo y se lo concedió.

En los primeros días de junio de 1567, envió la Madre al capellán de San José de Ávila para que en Medina gestionara todo cuanto fuere necesario para la nueva Fundación: consentimiento del Abad y Cabildo,  de los superiores de las Ordenes establecidas en Medina, y autorización de las autoridades civiles.. El día 29 de julio el Provisor Andrés Agudo, en nombre del Obispo, dio la licencia y mandó que “ninguna persona impida la dicha fundación y erección, so pena de descomunión mayor”.

Con los permisos en regla, Madre Teresa pidió a su Capellán que  alquilase una casa, la mejor que encontrase en Medina, como así lo hizo, obligándose a pagar en alquiler 51.000 maravedíses por año. A la par, le encargó a fray Antonio que buscase otra  en propiedad. En la que situar el convento con toda solemnidad.

Apenas regresó Julián de Ávila con tan buenas nuevas, la Fundadora decidió salir de Ávila camino de Medina. Tan pronto como se supo en la ciudad, comenzaron las grandes murmuraciones, juzgándolo por disparate y desacierto y novedad. Los más extremistas comentaban que con la marcha de M. Teresa, el recién fundado convento de Ávila se vendría abajo , y el proyectado en Medina no se alzaría de ninguna manera.

La Fundadora tenía muy claro que cuantas más dificultades encontrase en hacer la voluntad de Dios, era la mejor garantía de que su obra saldría adelante. Por eso, tampoco esta vez se amedrantó. Isabel Fonseca se le ofreció para ingresar en el Convento de Medina y le ofrecio ,en calidad de dote, el dinero que necesitase para el primer año de alquiler. De la Encarnación sacó dos monjas mayores y otras dos primas suyas, Dª Inés y Dª Ana de Tapia, además de la subpriora. Ana de los Ängeles, y la descalza perteneciente al convento de San José María Bautista.La escuchamos:

Cinco años después de la fundación de San José de Ávila estuve en él, que, a lo que ahora entiendo, me parece serán los más descansados de mi vida, cuyo sosiego y quietud echa harto de menos muchas veces mi alma. En este tiempo entraron algunas doncellas religiosas de poca edad. Llegando al número de trece, que es el que estaba determinado para no pasar más adelante.Servía al Señor con mis pobres oraciones, siempre procuraba con las hermanas hiciesen lo mismo y se aficionasen al bien de las almas y al aumento de su Iglesia.

Siempre nuestros generales residen en Roma, y jamán ninguno vino a España y así parecía cosa imposible venir ahora. Mas como para lo que nuestro Señor quiere, no hau cosa que lo sea, ordenó su Majestad  que lo que nunca habían sido fuese ahora.

Mejor lo hizo nuestro Señor que yo pensaba, porque el General es tan siervo suyo y tan discreto y letrado, que miró ser buena la obra (del convento de  San José de Ávila), y por lo demás ningún desabrimiento me mostró. Llámase fray Juan Bautista Rubeo de Ravena, persona muy señalada en la orden y con mucha razón.

Pues llegado a Ávila, yo procuré fuese a san José, y el obispo tuvo por bien se le hiciese toda la cabida que a su misma persona…El me consoló mucho y aseguró que no me mandarían  salir de allí. Alegrose de ver la manera de vivir y un retrato  (aunque imperfecto) del principio de nuestra Orden, y cómo la Regla primitiva se guardaba en todo rigor, porque en toda la orden no se guardaba en ningún monasterio, sino la mitigada.

Y con la voluntad que tenía de que fuese muy adelante este principio diome muy cumplidas patentes para que se hiciesen más monasterios, con censuras para que ningún provincial me pudiese ir a la mano

 

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