jueves, 11 de abril de 2013


 
 

FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ, DE ÁVILA

Una despedida dolorosa (10)

En Toledo había intimado con la señora de la casa, con sus amigas y con toda la dependencia del palacio, con quien la encantaba charlar. Tenía nuevos confesores por los que se enteraba de la marcha de sus respectivas Ördenes religiosas y la informan de nuevos cultos eucarísticos, y se había ido acostumbrando a seguir novenas y a oir sermones de mucha altura. Pero su corazón la reclamaba el desprendimiento que ella misma había predicado.

Y con determinada determinación, pidió prestada la carroza de su señora, y se puso  en camino hacia Ávila.¡Se va la santa! Las sirvientas y los recaderos salen a la puerta a despedirla, limpiándose las lágrimas con la manga. Oigámosla:

Yo estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que  suplique a aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi confesor –como me vió así- me dijo que me fuese, que también le movía Dios como a mí.

Ella sentía tanto que la dejase, que era otro tormento, que le había costado mucho acabarlo cdon el Provincial, por muchas maneras de importunaciones. Tuve por grandísima cosa querer venir en ello, según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios y como le dije que se le podía hacer gran servicio y otras hartas cosas, y dila esperanza que era posible tornarla a ver; y así , con harta pena, lo tuvo por bien.

Entendiendo yo era más perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da contentarle, pasé la pena de dejar aquella señoran que tanto la veía sentir, y a otras personas a quien debía mucho, en especial a mi confesor –que era de la Compañía de Jesús- y hallábame muy bien con él. Veía que venía a meterme en un fuego, que ya el Señor me lo había dicho: que venía a pasar gran cruz, aunque nunca yo pensé lo fuera tanto como después  vi; y con todo, venía ya alegre (Vida 35,  10)

 

 

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