jueves, 11 de abril de 2013


 
DOMINGO DE PASCUA III.

En el evangelio hemos escuchado otra aparición de Jesucristo resucitado.Se aparece a algunos de los apóstoles junto al lago de Genesaret. Habían ido a pescar, como era el trabajo normal de los vecinos del pueblo de Cafarnaún.Habían cogido la barca al atardecer, para pescar , aguas adentro, por la noche. Y al amanecer volvían hacia la orilla del lago, esta vez sin haber pescado nada. De pronto ven a uno que les grita desde la playa: “Muchachos,¿ teneis pescado?. Ellos contestaron: No-

Simón Pedro y los demás apóstoles se encontraban nerviosos e indecisos. Hacía dias que había muerto Jesucristo, el Maestro, a quien habían prometido seguirle, y esperaban que se cumpliera lo que les había prometido, que resucitaría. Y esperaban que se les apareciera. Desconocían cuándo y de que manera. Se habían agrupado algunos en la casa de Simón Pedro a quien siguen considerándolo como su jefe natural. Saben que cuando Jesús reaparezca resucitado lo hará allí donde Pedro  esté. Ese día habían ido a pescar juntos. En esta misma barca habían vivido junto al Maestro horas muy felices. Meses antes de morir.habían estado conversando con el Maestro en esa misma barca y en ella habían presenciado prodigios que había hecho como calmar fuertes tempestades con sólo decir a las olas “enmudeced”Pero pronto la realidad de los acontecimientos les alejó de los recuerdos Esa noche pasaban las horas y no caía ningún pez

Y decidieron regresar a la costa.Estaba amaneciendo cuando divisaron en la orilla una figura humana,un hombre que les parecía joven y que les hacía gestos de acercarsey les preguntó si tenían algo que comer. Respondieronn rotundamente que no. Pero eldesconocido les insistió “Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis”  El consejo les pareció absurdo, pues más sabián ellos de pesca, por ser su profesión. Pero le hicieron caso. Y en unos minutos sintieron el tirón de la red. Habían caído muchos peces El desconocido había hecho fuego. La luz de las llamas y una corazonada le hicieron hablar a Juan:¡Es el Señor! Cayeron en la cuenta de que era el Maestro de siempre, que volvía a estar con ellos como viejos amigos, amable, piadoso, extraordinario. Era verdad: ¡Había resucitado!

Confiemos siempre en el Señor. En cualquier circunstancia, en cualquier fracaso, el Señor nos dice: ¡No te paralices. Vuelve  a echar las redes!

 

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