viernes, 11 de enero de 2013

PONED EL PENSAMIENTO EN LA MISERICORDIA DE DIOS

En este capítulo 39  de Camino santa Teresa nos previene de caer en la tentación del desánimo, por no confiar plenamente en la misericordia de Dios- Ocurre que contra la verdad y la humildad no solo se puede pecar por engreimiento, atribuyéndose a sí mismo lo que uno no tiene. Sino que se puede pecar por carta de menos: no reconociéndose a sí mismo objeto de los dones de Dios, de su amor, de su acogida bienhechora.

Es la falsa humildad, depresiva y desasosegadora, que conduce también a una postura de mentira frente a Dios. Nuestra Santa nos confiesa que ella misma se vió tentada por la falsa humildad. La consigna de la humildad verdadera es no atribuirnos lo que no es nuestro, ampoco no desconozcamos lo que se nos ha dado y efectivamente existe en nosotros. Por ahí va que la humildad es “andar en verdad”. La escuchamos:

“Guardaos, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones y de tener oración particular (por no lo merecer, según les pone el demonio). Llega la cosa a término de hacer parecer a un alma, que por   ser tal, la tiene Dios tan dejada que casi pone en duda su misericordia.

 “Todo le parece peligro lo que trata y sin fruto lo que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza, que se le caen los brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que es en los otros, en ella es mal.Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque algunasn veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y, otras, grandísima tentación. Porque yo he pasado por ella, la conozco”.

“La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios- Cuando así os halláreis, atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más que pudiéreis y ponedlo en la misericordia de Dios y en lo que nos ama y padeció por nosotros “(CP 39,1-3)-

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