miércoles, 2 de enero de 2013















PEDID AL SEÑOR OS LIBRE DE UNOS DEMONIOS QUE SE TRANSFIGURAN EN ÁNGEL DE LUZ

 
Santa Teresa, con la agudeza que la caracteriza, advierte al orante que puede caer en una tentación muy peligrosa, por parecerle que no es una “tentación”. Y aquí sí que tiene que pedir al Señor que le libre de la tentación. Ocurre cuando en el interior del orante se incuba el riesgo de mentira o de iluminismo, amor propio, orgullo y vanidad.

 La Santa lo dice con su típico grafismo: “Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia”. Ese es, según nuestra Santa, el grave riesgo de deformación y de traición, que acecha al hombre de oración, no desde fuera, sino desde la entraña misma del trato con Dios. El colmo del absurdo consiste en pensar que somos acreedores ante Dios, no deudores; que no recibimos de Él, sino que Él recibe de nosotros lo que nos está dando; que Dios es el obligado con nosotros y nuestro deudor. Teresa nos advierte que es ahí donde el demonio “puede hacer gran daño sin entenderle”. Es una “ponzoña”, de la que debemos huir, pues oscurece la luz y la verdad, y “ da con nosotros en un hoyo de donde no podemos salir”. La escuchamos:

“A los que hay que temer, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz, que vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternoster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación. Que nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no se escondan la luz y la verdad.”

Procurad ,hermanas, siempre humildad, y ver que no sois dignas de estas mercedes y no las procuréis. Bien es andar con aviso no haga quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria”(CP 38,3-5).

 

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