jueves, 20 de septiembre de 2012






DOMINGO 25 B DEL TIEMPO ORDINARIO.23 DE SEP. 2012
   En el evangelio hemos percibido el contraste entre lo que Jesús trata de comunicar a sus discípulos y la reacción con que éstos responden ante el anuncio de que él va a ser entregado en manos de los hombres, que lo han de maltratar e incluso matar. Pero ellos no lo podían entender, y San Pedro le dijo en nombre de todos que eso no podía suceder de ninguna manera, que ellos no lo consentirían...Aquellos hombres opinaron lo mismo que opina cualquiera que no conoce el misterio de la generosidad y de la entrega incondicional de Jesucristo al servicio de la humanidad, por la que está dispuesto incluso a morir. Es lo que hace uno cuando rechaza del Evangelio las verdades que no le agradan, y mantiene teorias que considera más agradables. Actitud la de quien intenta adaptar las doctrinas de la fe a la mentalidad moderna, callando, suavizando o alterando ciertas verdades difíciles de entender como esa de que Jesucristo tiene que padecer y que cualquiera que quiera seguirle, debe negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguirle por el mismo camino que va El.
 
También pensaron de distinta manera a lo que pensaba El, cuando les dijo que iba a fundar una iglesia, es decir , una agrupación de discípulos suyos, que se extendería por todo el mundo. Sus apóstoles empiezan a discutir entre ellos a quién tendría que corresponder ser el jefe de la Iglesia y cómo distribuirse los distintos cargos. Jesucristo iba observando sus reacciones y adivinando lo que pensaban. Y al llegar al pueblo de Cafarnaún les explicó cómo estaban muy equivocados porque El había venido a fundar un reino en el que las relaciones humanas fueran nuevas por completo, unas relaciones fraternales, fundadas en el amor. Un reino en el que la primacía, la superioridad, la importancia no se iban a basar en el poder, ni en las influencias, ni en las recomendaciones, ni en las cualidades personales, sino en que “el que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Y apeló a su propia autoridad y al testimonio que había dado de ella: “Estoy entre vosotros como el que sirve”. “No he venido a que me sirvais, sino a serviros”, “a dar la vida en rescate por todos×”.- Y por si alguno seguía sin entenderlo, tomó entonces a un niño y abrazándolo dijo a sus discípulos: “El que acoge a un niño, como éste en mi nombre, me acoge a mí”. Jesús se confiesa niño, sin el menor recato. “Quien acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe”. La pureza, la limpieza de su alma, la ausencia de ambición y egoismo, le constituyen en un niño...Abrazó a un niño, mostrando así gráficamente que la autoridad tiene que fluir por infinitos rios de ternura interior.

   Jesucristo,una vez más, demuestra que quiere un mundo al revés de cómo lo fabrican los hombres. Donde prevalecía la astucia y el orgullo de los engreidos, entronizaría la sencillez y la humildad; donde mandaba la fuerza, ensalzaría la  debilidad ; en un mundo de sesudos ,de resignada sensatez, pediría a los suyos que volvieran a ser como niños, es decir, transparentes, verdaderos, sencillos, bien intencionados, que confien en el poder de la bondad y del espíritu pacífico y entusiasta.

     Les pedirá abiertamente a sus apóstoles que se caractericen por la apertura de espíritu, la sencillez, la primacía del amor, y el sentimiento filial de la vida.

        Esa es la verdad del  Evangelio,que  la Iglesia ha defendido siempre, frente a los criterios de los poderosos, que fundan su autoridad en la fuerza de las armas y en otros criterios materialistas y edonistas.  El cristianismo,  es para los hombres fuertes,que creen y practican la verdad predicada por Jesucristo, y en ella  encuentran su luz y su energía.- El cristiano es fuerte, porque se sabe debil, y porque no cuenta demasiado con sus fuerzas, sino con el poder de Dios, que es omnipotente, y viene siempre en ayuda de nuestra debilidad.




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