miércoles, 29 de agosto de 2012







AL ORAR, PROCURAR TENER EL PENSAMIENTO EN QUIEN ENDEREZO LAS PALABRAS.

¡ Qué consigna tan breve y tan bella para decirnos cómo debemos orar!

Toda oración, sea vocal o mental, debe apoyarse en ese trasfondo de atención a Cristo, que acompaña a cada cristiano que ora. ¡Cristo ora con quien ora”. El Maestro “nunca está lejos”. Al contrario, está “muy junto” al orante, de suerte que no es menester “dar voces”.

Nuestra Santa señala muy marcadamente el sentido personalista y relacional de la oración. Lo que en ella  interesa no es tanto activar la atención a las palabras ( que también interesa) cuanto abrir y mantener ese trasfondo de atención a la Persona con quien oramos. Dejar que entre ella y el orante fluya y refluya esa comunión de sentimientos, afectos e intenciones que tiene su foco radical en Cristo, misteriosamente presente y orante a nuestro lado.

Y  para avivar esa relación personal con Cristo, lo mejor es hacerla “ a solas”. En un doble sentido: psicológico. como exclusión de pensamientos y ocupaciones profanas, y físico, sin compañía de nadie. La escuchamos:

Quien no pueda retener el entendimiento, que no se fatigue. Sino rece como pudiere; y aún no rece, sino, como enferma, procure dar alivio a su alma. Esto es ya para  personas que traen cuidado de sí, y tienen entendido  no han de hablar a Dios y al mundo junto. Lo que podemos hacer nosotros es procurar estar a solas, para que entendamos con quién estamos y lo que nos para  que entendamos con quién estamos, y lo que nos responde el Señor a nuestras peticiones. ¿ Pensáis que se está callando?. Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón.”

“ Y bien es consideremos somos cada una de nosotras a quien enseñó esta oración, y que nos la está mostrando, pues nunca el maestro está tan lejos del discípulo que sea menester dar voces, sino muy junto”.

“Y aun es obligación que procuremos rezar con advertencia, y aun plega a Dios que con estos remedios vaya bien rezado el paternóster. Yo lo he probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es procurar tener el pensamiento en quien enderezo las palabras. Por eso, tened paciencia y procurad  hacer costumbre de cosa tan necesaria” (CP 24, 5-6)-

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