sábado, 30 de junio de 2012





LA ORACIÓN ES AGUA QUE LIMPIA Y PURIFICA

Para Madre Teresa la oración contemplativa es la meta del orante. Alaba la oración vocal y la oración a base de meditar con el entendimiento razonando en las verdades divinas. Pero uno debe aspirar a la contemplación, a la apertura del alma a recibir las noticias infundidas directamente por Dios en ella. Y compara la contemplación a una fuente de agua viva que lo espera en pleno camino,  agua viva, purísima, inagotable. La oración contemplativa es agua que apaga la sed del orante. Agua que tiene que ser conquistada en la fuente misma a base de esfuerzo, perseverancia y humilde tesón.

¡Agua viva! Teresa nos confiesa que es “ tan amiga de este elemento, que lo ha mirado con más advertencia que otras cosas”, y que a veces se veía como llena de agua desbordante.- Describe que una de las propiedades del agua es que lava las manchas, para concluir que la  oración , por ser trato de amistad con Dios, limpia y purifica, y la contemplación es  esa “agua viva y celestial y clara que cae del cielo”, purifica y limpia del todo: “ deja el alma clara y limpia de todas sus culpas”. Por la sencilla razón de que  acerca y une el orante al misterio de Dios. La escuchamos:

Es otra propiedad del agua limpiar cosas no limpias. Si no hubiese agua para lavar, ¿qué sería el mundo? Sabéis que tanto limpia esta agua viva, esta agua celestial, esta agua clara, cuando no está turbia, cuando no tiene lodo, sino que cae del cielo, que de una vez que se beba, tengo por cierto deja el alma clara y limpia de todas las culpas. Porque, como tengo escrito, no da Dios lugar a que beban de esta agua ( que no está en nuestro querer por ser cosa muy sobrenatural esta divina unión) si no  es para limpiarla y dejarla limpia y libre del lodo y miseria en que por las culpas estaba metida.

Porque otros gustos que vienen por medianería del entendimiento, por mucho que hagan, traen el agua corriendo por la tierra, no lo beben junto a la fuente, nunca faltan en este camino cosas lodosas en que se detengan, y no va tan puro ni tan limpio. No llamo yo esta oración, que, como digo, va discurriendo con el entendimiento “agua viva”, conforme a mi entender. Porque, por mucho que queramos hacer, siempre se pega a nuestra alma, ayudada de este nuestro cuerpo y bajo natural, algo de camino de lo que no querríamos.

Acá (en la mística contemplación) lleva este cuidado el mismo Señor, que no quiere fiarnos de nosotros. Tiene en tanto nuestra alma, que no la deja meter en cosas que la puedan dañar por aquel tiempo que quiere favorecerla; sino pónela de presto junto cabe sí y muéstrale en un punto más verdades y dala más claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años” (CP 19, 6-7).


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