martes, 7 de febrero de 2012

TODAS SE HAN DE AMAR





La belleza del amor fraterno, que Madre Teresa quire ver en la comunidad de Carmelitas de su nuevo convento de san José, ha de estar inspirado en la expresión más bella y más verdadera, que es la de Jesús en su entrega plena y definitiva por todos en la cruz. Aquí se esconde una ley universal de la expresión artística, la misma ley que siguió Dios para comunicarse a sí mismo a nosotros y para comunicarnos su amor: se encarnó en nuestra carne humana y realizó la mayor obra de arte de toda la creación: "El único mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús".



Cuanto más "dura" es la materia, tanto más estrechos son los vínculos de la expresión y más resalta el genio del artista. Así en la "dura" cruz Dios pronunció en Cristo la Palabra de amor más bella y más verdadera. Signo por excelencia de fidelidad, de un amor tan libre que no tiene miedo de vincularse para siempre, de expresar el infinito en lo finito, el todo en el fragmento.


Este es el amor purísimamente espiritual que Madre Teresa quiere que reproduzcan sus monjas, amor a todas, y amor total a cada una, sin apegarse a nadie, para enseñorearse de cualquier otra afección que no sea a imitación de Cristo. La escuchamos:



"En esta casa, que no son más de trece, aqui todas han de ser amigas, todas se han de amar. todas se han de querer. todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades (de a unas más que a otras) por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña y ningún provecho en ello veo".


"Y créanme, hermanas, que aunque os parezca es éste extremo, en él está gran perfección y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes; sino que, si la voluntad se inclinare más a una que a otra, que no nos vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de aquella afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con estudio traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior"


"No consintamos, ¡oh hermanas! que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre. Miren que, sin entender cómo, se hallarán asidas, que no se pueden valer.¡Oh, válgame Dios! las niñerias que vienen de aquí, no tienen cuento" (CP 4, 7-8).
































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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