viernes, 6 de enero de 2012

NO DIRÉ COSA QUE NO LA TENGA POR EXPERIENCIA






En el prólogo a su libro Camino de Perfección Teresa de Jesús se cura en salud para que los teólogos, profesores y hombres que escriben sobre vida espiritual no la critiquen cuando sepan que una mujer, sin letras, se ha puesto a escribir de lo que no ha estudiado.



Por eso se presenta como una humilde sierva de Dios, que se propone "poner algunos remedios para algunas tentaciones menudas", y que escribe a petición de las monjas, a las que no puede negar el escribirles algo que "podrá ser que les aproveche para atinar en cosas menudas".Se ve entre mujeres tan flacas y débiles, que cualquier viento de doctrina se las puede llevar por delante, cosa que ella quiere evitar .



Y, por si fuera poco, se rinde expresamente ante los letrados, que por su rango, no suelen descender a "cosas que en sí no parecen nada". y se disculpa ante ellos alegando que ella, por su condición de mujer, puede sintonizar mejor con las monjas que los hombres muy sesudos.



Y , por último, pide que la comprendan porque ella no se propone sentar cátedra por la ciencia adquirida en los libros, sino pura y simplemente tratar de su experiencia de Dios.



Con estos argumentos Teresa quiere abrirse paso para conquistar a sus censores. Y va a resultar un tratado de temas substanciales, en el que tienen que aprender los teólogos. Veamos la humildad y sencillez con que nos presenta su nuevo libro:



" Las Hermanas de este monasterio de san José me han tanto importunado les diga algo sobre la oración, que me he determinado a obedecerlas, viendo que el amor grande que me tienen puede hacer más acepto lo imperfecto. y por mal estilo que yo les dijere, que algunos libros que están muy bien escritos, de quien sabía lo que escribe".



"Sé que no falta el amor y deseo en mí para ayudar en lo que yo pudiere para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del Señor, y este amor, junto con los años y experiencia que tengo, podrá ser que aproveche para atinar en cosas menudas, más que los letrados que, por tener otras ocupaciones más importantes y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de cosas que en sí no parecen nada, y cosa tan flaca que somos las mujeres todo nos puede dañar, porque las sutilezas del demonio son muchas para las muy encerradas, que ven son menester armas nuevas para dañar".



Yo, como ruín, me he sabido mal defender, y así querría escarmentasen mis hermanas en mí. No diré cosa que en mí, o por verla en otras, no la tenga por experiencia" (CP, prólogo).

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