viernes, 25 de noviembre de 2011

Y ME VINO UNA AFLICCIÓN Y OSCURIDAD Y TINIEBLAS EN EL ALMA, QUE YO NO SÉ ENCARECER






Madre Teresa seguía sentada en el santo suelo de su celda prioral. De repente, se le oscurece el alma, y le viene una tempestad de dudas y zozobras, como para huir despavorida. Ahora le parece mal todo lo que ha hecho; que tenían razón los que la tildaban de soñadora y de hacer disparates; que mejor había sido quedarse en la Encarnación; que pobrecitas estas cuatro jovencitas que no aguantarían tanta soledad y penitencias; y que desgraciada de ella, enferma y achacosa, que no podría aguantar la clausura , el frio y el hambre, si nadie las socorriera.



Sólo se oía el silencio en su diminuta celda. Puso el rostro en tierra y se echó a llorar. Se le había borrado de la memoria el permiso del Papa, los consejos del santo fray Pedro de Alcántara, las visiones y voces interiores con que su Señor la había ordenado fundar el convento.



Viviendo ese terrorífico abatimiento, como quien está en agonía de muerte, encontró una solución, levantarse, salir de su celda, ir a la capilla y contarle sus penas al Señor.Se acordó de aquel dicho del evangelio: si el grano de trigo, caido en tierra, no muere, no podrá dar fruto. Y se acordó también de su madre: para que naciera una criatura nueva, tenía que sufrir dolores de parto. El convento, recién alumbrado, después de dos años de gestación, era el hijo de sus entranas.



Escuchamos primero sus dolores y, luego, la alegría que recobró poco después, delante de Jesucristo, el cofundador. Teresa escribió:



"Acabado todo, sería como desde a tres o cuatro horas, me revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora diré. Púsome delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba contra obediencia en haberlo procurado sin que me lo mndase el provincial (que bien me parecía a mí le había de ser algún disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario (el obispo), por no habérselo dicho primero a él; aunque, como él no le había querido admitir, y yo no la mudaba, también me parecía no le daría nada por otra parte), y que si habían de tener contento las que aquí estaban en tanta estrechura; si les había de faltar de comer; si había sido disparate; que quién me metía en esto, pues yo tenía monasterio".



"Todo lo que el Señor me había mandado, y los muchos pareceres y oraciones que había más de dos años que casi no cesaban, todo tan quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. Sólo de mi parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase, ni me defendiese de tantos golpes".



"También me ponía el demonio que cómo me quería encerrar en casa tan estrecha y con tantas enfermedades; que cómo había de poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y deleitosa - y donde tan contenta siempre había estado- y tantas amigas. Que quizá las de acá no serían a mi gusto; que me había obligado a mucho; que quizá estaría desesperada, y que por ventura había pretendido esto el demonio: quitarme la paz y quietud, y que así no podría tener oración estando desasosegada, y perdería el alma".



"Cosas de esta hechura juntas me ponía delante, que no era en mi mano pensar en otra cosa; y con esto una aflicción y oscuridad y tinieblas en el alma, que yo no lo sé encarecer".



"De que me ví así, fuíme a ver el Santísimo Sacramento, aunque encomendarme a El no podía; me parece estaba con una congoja como quien está en agonía de muerte...Nunca en las tribulaciones me dejó de socorrer, y así fue en ésta, que me dió un poco de luz para ver que era demonio y para que pudiese entender la verdad, y que todo era quererme espantar con mentiras; y así comencé a acordarme de mis grandes determinaciones de servir al Señor y deseos de padecer por Él" (V 36, 7-8).


En este retrato vemos las debilidades y las inmensas capacidades de Teresa de Ávila. Como ser humano, padece sus crisis. Pero al estar abierta al aprendizaje, hace frente al mismísimo demonio que la envuelve en mentiras y fracasos, y decide seguir aprendiendo a ser monja descalza y a ser madre de sus hijas espirituales hasta las últimas consecuencias. De las primeras y asombrosas consecuencias, que acontecieron aquella misma tarde, daremos cuenta en la próxima página. Adios, amigos. Nicolás

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