miércoles, 23 de noviembre de 2011

CON TODA AUTORIDAD Y FUERZA QUEDÓ HECHO NUESTRO MONASTERIO DE SAN JOSÉ







Amanecía en Ávila el 24 de agosto de 1562. El toque de un campanil, que por primera vez se oía en las casas colindantes con el acueducto, sorprenció a sus vecinos.¡Era verdad! Sonaba en la casa de don Juan de Ovalle y de doña Juana de Ahumada. Sabían que el señor llevaba unos dias enfermos y que su cuñada la monja de la Encarnación tenía permiso para cuidarle.




¿ Habrá ocurrido que doña Teresa haya comprado una campanita, y quiere probarla?¿ O serán verdad los rumores de la gente, que dicen que esa monja de la Encarnación quiere meterse a fundadora? ¡ A ver si va a hacer ahí un convento!


Nadie podía sospechar lo que pasaba. La vivienda era una casa de vecindad, que había comprado el matrimonio Ovalle-Ahumada, unos meses atrás.¿ Y por qué estaba sonando allí una campa ?



La gran verdad, celosamente guardada en el más sacrosando secreto fue ésta. La escuchamos a nuestra protagonista:


Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de San Bartolomé, tomaron el hábito algunas, y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio del gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Estuve yo a darles el hábito y otras dos monjas de nuestra casa misma , que acertaron a estar fuera.



Como en esta casa, que se hizo el monasterio, era la que estaba mi cuñado que,- como he dicho-, la había él comprado por disimular mejor el negocio, con licencia estaba yo en ella, y no hacía cosa que no fuese con parecer de letrados, para no ir un punto contra obedienciaY, como veían ser muy provechoso para toda la orden por muchas causas; que, aunque iba con secreto y guardándome no lo supiesen mis prelados, me decían lo podía hacer; porque, por muy poca imperfección que me dijeran era, mil monasterios me parece dejara, cuanto más uno.


Esto es cierto, porque aunque lo deseaba más de todo y llevar mi profesión y llamamiento con más perfección y encerramiento, de tal manera lo deseaba que, cuando entendiera era más servicio del Señor dejarlo todo, lo hiciera, como lo hice la otra vez, con todo sosiego y paz ( V36, 5).


Con toda sencillez y llaneza nos describe los inicios de una obra, que estremeció la gloriosa Orden del Carmen desde sus cimientos, y conmocionó la iglesia universal. Puso una semilla sin pensar que iba a crecer a toda prisa. Después de la Misa de inauguración, Madre Teresa se sienta en el santo suelo y se pone a pensar en lo que había hecho. De pronto, no se reconoce a ella misma.


Se lo contaremos otro dia. Adios. Nicolás

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