viernes, 12 de marzo de 2010

SANTA TERESA Y LA ENCARNACIÓN, VISTAS POR UNA CARMELTA

Angel músico, tocando un órgano de dubos portátil.
Juan de Arfe, a. 1571. Custodia del Corpus ,de Ávila.
SANTA TERESA Y LA ENCARNACIÓN, VISTAS POR UNA MONJA CARMELITA

Doña María Pinel y Monroy es conocida como la cronista del monasterio en el siglo XVII. Ingresó aquí en 1640. Su hermana Isabel le siguió los pasos. Las dos dedicaron su larga vida monástica a hacer florecer el espíritu de la Madre Teresa de Jesús en su monasterio querido de la Encarnación. Se convirtieron en sus más entusiastas propagandistas. Llenaron la casa de un fervor inusitado por la Santa.

Con toda razón sostiene que “aquí fue donde recibió las mayores mercedes que nuestro Señor se sirvió de hacerla en su santa vida”. Y prosigue entusiasmada:

Las virtudes que en este tiempo (en el que Santa Teresa residió en la Encarnación) ejercitó las mercedes que recibió en él ¿quién podrá enteramente saberlas? Sólo Dios, por cuyo amor las obró, podrá saberlas y sólo plumas de ángeles, que fueron testigos, podrán escribirlas. No obstante, muchas se saben por los libros que la Santa escribió, muchas por lo que de ella escribieron sus tres cronistas, el P. Ribera, Diego de Yepes, y el P. Francisco de Santa María…Lo primero es de saber que el libro de su Vida lo escribió antes de salir a la fundación del convento de San José, porque el libro se acabó año de 1561, por lo que todo lo que narra en él, ocurrió en esta casa.

En la portería, vio a Cristo a la Columna en visión imaginaria, como lo dice la Santa; y en el mismo le hizo pintar años después…En el primero y segundo locutorio vio el sapo, santificados, además, de la asistencia de la Santa, con la de san Francisco de Borja y San Pedro de Alcántara. En la iglesia de este convento, diciendo misa este santo, vio que le ayudaban como diácono y subdiácono San Francisco y San Antonio. En el tercer locutorio, que hizo la Santa para su despacho cuando fue priora, fue donde muchas veces se arrobaron la Santa y nuestro P. San Juan de la Cruz”.

En los claustros, la acompañaba Cristo con la cruz a cuestas, y en el de su celda, para avivar la ternura de su consideración, se arrodilló Cristo nuestro bien, como cuando llevaba la cruz en Jerusalén. En su celda fueron infinitas las mercedes…y especialmente se sabe la merced del día de Pentecostés, en que baja el Espíritu Santo sobre su cabeza. En la celda del corredor alto vio a San Pedro de Alcántara ya glorioso y la dijo :” Dichosa penitencia que tal premio ha merecido”.
Después de oír a Doña María Pinel, ¿a quién no le entran ganas de visitar estos santos lugares? Estáis todos invitados.

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