viernes, 22 de enero de 2010

EL MONASTERIO, UNA ALDEA CASTELLANA






UNA ALDEA CASTELLANA EN PEQUEÑO

El Monasterio de la Encarnación lo podemos comparar, en sus inicios, a una aldea castellana, con una población de hasta doscientas mujeres, mitad monjas mitad seglares.
Parecía un pueblo de verdad. Es así como tenemos que imaginarlo, como una aldea castellana: la plaza del pueblo en medio, con su fuente en el centro. Así es el patio interior del convento. A un lado, la iglesia, al otro, la casa consistorial; aquí la celda prioral.
Alrededor, las viviendas con sus balcones y soportales; aquí los claustros alto y bajo con las celdas de las monjas. En torno de la edificación principal ( el convento propiamente dicho), la huerta, el bosque, las chamizas de los carros, las cuadras de las mulas, el gallinero, las casillas de los corderos, los lavaderos, las cochiqueras de los cerdos, las paneras , y todo lo demás que podía encontrarse en cualquier pueblecito de Castilla.Por razones de pobreza – que luego coincidieron con razones de pura estética- este convento no pudo hacerse como se edificaron las casas nobles de la ciudad y otros conventos de la época. Su arquitectura es muy sobria, a tono con la fisonomía rural del barrio.
En esta parte norte de la ciudad residían algunos tejedores de estameña o de lienzo, cardadores, pellejeros, tintoreros, canteros y, sobre todo, hortelanos. Los pequeños núcleos de población eran conocidos por el barrio de la calle Luenga, el barrio de la calle Ancha, el barrio de San Andrés, el barrio del Cozuelo, nombres que todavía perduran.
La ermita del Resucitado, junto a la fuente del Pradillo; la románica iglesia de San Martín, la de nuestra Señora de la Cabeza, continúan en pie, deliciosamente pequeñas y hermosas.
La sencillez de los muros del monasterio, la intimidad de las estancias, la soledad de su contorno, proclaman que esta casa se hizo sólo para la contemplación religiosa, sin ninguna ostentación de lujo. Lo más sencillo que cabe. Paredes exteriores de cantería; tabiques de adobe, techos de madera de piso, pisos de baldosas de ladrillos, cubierta a teja vana. Ninguna bóveda de piedra. Tan solo la parte costeada por la familia de los Águila, como los claustros y la portada de la iglesia, lleva mampostería. La primitiva cerca de la huerta era de paredes de tierra apelmazada. Los cuartos y las celdas, simplemente blanqueados con cal.
Amigos del BLOG, os invito a visitar estos lugares, santificados por su moradora Santa Teresa de Jesús durante treinta años. Y por San Juan de la Cruz, capellán del Monasterio durante cinco años, 1572-1577. Aquí se palpa la huella de los altísimos místicos y doctores de la Iglesia.

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