sábado, 2 de enero de 2010

DOMINGO DE LA PALABRA VIVA DE DIOS

Virgen orante, a la escucha de la palabra de Dios.Pintura sobre tabla,de Pedro Berruguete. Principios s. XVI


Y LA PALABRA ERA DIOS, Y POR LA PALABRA SE HIZO TODO



En este Domingo, el Evangelio nos presenta a Jesucristo, el Niño divino nacido de María
como Palabra de Dios, como la personificación de la palabra dicha por Dios a los hombres. Dios tenía que decir algo a los hombres, y nos lo dijo a través de su Hijo haciéndose hombre. Por eso con toda razón, leemos en el Evangelio la Palabra estaba junto a Dios y la Palabraa era Dios...y por medio de la Palabra se hizo todo; en la Palabra había vida, y la vida era luz de los hombres.



Jesucristo es todo lo que nos tiene que decir Dios. Imagen suya que nos pone delante de los ojos el amor y la bondad de Dios, imagen que saca a la luz los secretos de Dios.



Las personas, para comunicarnos algo, empleamos dos formas de lenguaje: la palabra y las obras. Así tambié, Jesucristo, como lenguaje de Dios, nos habla de dos maneras, con palabras y con el testimonio de su vida. Es palabra viva, palabra hecha carne.



Pensemos en la capacidad de la palabra como vehículo de comunicación, dadora de vida.Nuestras palabras han de nacernos de dentro, ser verdaderas, lazos de unión y de amistad, fuente de alegría, semilla de esperanza, de fraternidad, de estímulo , de aliento...Pero ¡oh dolor! tantas veces sirven para lo contrario: para ofender, para engañar, para separar, para sembrar odio o desprecio.



Santa Teresa gozaba de contemplar a Jesucristo como palabra viva y eficaz de Dios: palabra que infundía fuerza, densidad, fuego, salud, paz. Palabra que dice y hace lo que dice. Si oyes que Dios te dice "no temás", esa palabra te quita todos los miedos. Nuestra Santa en cierta ocasión estaba con gran fatiga y desazonada, y oyó en su interior que el Señor la dijo estas palabras: No hayas miedo, hija, que yo soy, y yo no te desampararé, no temas. Y con solo estas palabras que oyó en su interior, se sintió sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con quietud y luz, y, -según dejó escrito-, "de pronto vi mi alma hecha otra.¡Oh, qué buen Dios! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras".



En este nuestro mundo de palabrería hueca y vana, y ,cuando nó, hiriente , caigamos en la cuenta de que hay otras palabras, nada menos que dichas por Dios, que podemos escuchar con los oidos del alma. Quienes las escuchan y aceptan, experimentan interiormente una transformación, una iluminación. La palabra de Dios disipa nuestras penas, nuestra aflicción, nos deja sosiego y paz.

También nosotros hagamos que nuestras palabras sean fraternales, vehículo de amistad, que nos acerca a los otros por el camino plateado de la paz.

¡Tú mismo, hijo mío, escúchame!

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