miércoles, 13 de enero de 2010

0H DICHOSA VENTURA

Imagen de Dios Padre, con la bola del mundo en la mano,
en el centro, entre columnas-En plata. Juan de Arfe.1571-

OH DICHOSA VENTURA

A nuestra Santa le sale al encuentro el mismo Jesucristo que se le apareció a San Pablo, en el camino de Damasco. Para San Pablo la conversión consistió en percatarse de que era perseguido en lugar de perseguidor. Este hombre se vio acosado por una fuerza personal, por un nombre que en el instante quebró todas las seguridades de su existencia y aglutinó toda la luz de certeza, de bondad y de verdad, necesarias para seguir existiendo.
Este mismo es el Cristo de Teresa: el Cristo viviente, el que muerto y resucitado, ha sido constituido por Dios principio y ejemplar de un vivir nuevo, el primogénito de la nueva creación y garantía de una humanidad redimida. Presencia sustentadora de un nuevo vivir, que es el vivir en cristiano, en su plenitud.
Y en las vivencias del amor hay grados de intensidad y de entrega. En Santa Teresa se fue dando progresivamente hasta llegar a la donación total. Así lo cantaba ella:”Ya toda me entregué y dí, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”.”Ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, Y mi Amado para mí, y yo soy para mi Amado”.

La cercanía y presencia de Jesucristo en la vida de Santa Teresa la envuelve.”Viénenme días,- escribe-, en que me acuerdo infinitas veces de lo que dice San Pablo…,que ni me parece vivo yo, ni hablo, ni tengo querer, sino que está en mi quien me gobierna y da fuerzas” (R3,10).
Adiós, amigos.Que Dios os bendiga

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